La penetración en América Latina.
Como lo dijera Oded Shenkar (en “China: The Rising Economy and its impact on the global economy and the balance of power”) “la influencia de China en América Latina guarda algunas similitudes con su despliegue en África, pero también presenta diferencias que no se deben pasar por alto”. El análisis de esas diferencias es indispensable si se pretende establecer un paradigma coherente en relación a las acciones desplegadas por Pekín en América Latina.
En primer lugar es fundamental tener presente que los estados nacionales latinoamericanos se formaron en el curso de procesos que estaban consumados en la segunda mitad del siglo XIX. Sus fronteras y, en gran parte sus principales características económicas, quedaron establecidas pocos años después de que el imperio español, derrotado militarmente, fuese abolido de facto, con alguna excepción como la de Cuba y Puerto Rico.
El caso de Brasil – el país más extenso y poblado y con la economía más desarrollada de América Latina- es un caso aparte en la historia del proceso histórico que condujo a la formación de estados nacionales independientes en este continente. En efecto; en 1808, la familia real que gobernaba en Portugal, huyó de Lisboa debido a la invasión napoleónica de su territorio y se instaló en Río de Janeiro: Brasil dejó entonces de ser una colonia para adquirir, de facto et de jureel status de territorio imperial. Sin embargo, cuando el monarca Juan VI, una vez recuperada la plenitud del mando en Lisboa pretendió devolver a Brasil la condición de colonia, la nobleza lusitana que se había constituido en la única administración efectivamente operativa en Río de Janeiro, se rebeló casi sin oposición y, con el apoyo de Pedro I, proclamó la independencia de Brasil finalmente ratificada por el Tratado de Río de Janeiro de 1825.
Entre 1825 y 1889, bajo el reinado de Pedro II, Brasil gozó de un largo período de estabilidad institucional, expansión territorial y fuerte crecimiento económico sólo interrumpido por la disputa en relación a la abolición de la esclavitud, posición ésta sostenida por el gobierno de Pedro II. Así las cosas, los esclavistas ejecutaron un verdadero golpe militar que culminó en 1889 con la proclamación de la República y la Constitución de 1891 que sólo admitía el voto de las personas alfabetizadas que, por ese entonces, eran una absoluta minoría.
Estos acontecimientos, tomados en conjunto, revelan una notable “desviación” respecto de los procesos que condujeron a la independencia de las colonias españolas de América. En tanto que el imperio español era derrotado militarmente, se produjo una proliferación de estados nacionales que, sobre todo en América Central pero también en Sudamérica, significó una excesiva partición geopolítica que trajo consigo graves patologías en materia de la gobernabilidad basada en sistemas formalmente democráticos y, en consecuencia, tendencias regresivas en materia económica y financiera. Sobre esta situación, se fue estructurando la influencia del llamado imperialismo yanquique, sin descartar el intervencionismo militar, se afianzó sobre bases económicas y financieras.
La Cina è vicina.
Más allá de las diferencias de tipo político que existen entre el despliegue de China en África y su expansión en América Latina, el paradigma económico con vigencia en ambos continentes es similar: China importa de los países americanos commoditiesy exporta manufacturas en tanto que, en materia de inversiones directas, financia obras públicas de infraestructura a fin de facilitar el transporte de mercancías hacia los puertos por los que circulan, en ambas direcciones, los bienes objeto del tráfico comercial.
A partir del giro de 180º que Deng Xiao Ping impulsó entre 1978 y 1899, China fue abandonado paulatinamente todos y cada uno de los postulados maoistas. El primer gran cambio fue la abolición de la revolución cultural y de todas y cada una de sus consecuencias que, como se sabe, fueron desastrosas para el desarrollo económico y social de República Popular. Si bien el programa de Deng – boluan fanzheng- que se centró en los aspectos políticos, institucionales y administrativos es considerado el requisito necesario para la posterior implementación de las reformas del “primer desarrollista chino”, la “revolución dentro de la revolución” protagonizada por Deng fue la cancelación definitiva de la doctrina y la praxis conocidas como “el Gran Salto Adelante”.
En este punto parece necesario hacer una evaluación sintética de la posición que el maoismo ocupa, después de los minuciosos estudios realizados desde su abrogación como ideología dominante en China hasta los días que corren, cuando tanto el socialismo real de tipo soviético como el “comunismo de base agraria” chino han desaparecido de la política mundial y carecen de algún sustituto viable que derive del marxismo-leninismo original.
En este sentido, es conveniente tener presente que Marx descreía de la posibilidad de una revolución exitosa en Rusia, a la que consideraba una nación atrasada respecto de los avances de la Revolución Industrial. Marx creía en que sería en Alemania o en Gran Bretaña donde, dada la existencia de un proletariado con conciencia de sí y dotado de los conocimientos técnicos requeridos para su inserción en las cada vez más complejas manufacturas existentes, la revolución proletaria sería viable. Es decir, descreía absolutamente de la capacidad revolucionaria de los campesinos aun cuando, en cierto momento de la evolución de su teoría, supuso que, en circunstancias excepcionales tal como una prolongada hambruna, podría replicarse un movimiento iconoclasta como el encabezado en el siglo XVI por Thomas Münzer.
En la URSS la industrialización acelerada por decisiones tomadas por el Kremlin tuvo que atravesar etapas críticas desde el intento de la NEP por parte del mismo Lenín hasta la eliminación de millones de kulaks con la consecuencia de sucesivas hambrunas y de prolongados déficits en materia alimentaria. Pero a pesar del atraso tecnológico en lo que hace a la producción de bienes de consumo masivo, los comunistas rusos lograron éxitos notables en materia de armamentos y de conquista del espacio exterior. No obstante ello, fue el subdesarrollo en que se hallaba la economía soviética luego de setenta años de socialismo real lo que provocó la caída del muro de Berlín y,a pocos años vista, la abolición del “sovietismo” como forma de gobierno.
El caso del maoismo fue aun más deplorable. Mao intentó comunizar la producción agrícola a la vez que generar en forma abrupta y sin los medios técnicos indispensables un “salto adelante” en materia de fabricación de acero. Su voluntarismo extremo pretendió que los campesinos, en su mayoría analfabetos, se dedicaran a fundir chatarra para producir acero en pequeños “altos hornos en el patio de la casa”. A partir de 1958 se crearon 25.000 comunas formadas por 5.000 familias cada una las que debían cumplir estrictamente con las cuotas de producción agrícola y de acero asignadas por las autoridades centrales y controladas por los jefes comunales. Debe tenerse en cuenta que en materia de alimentos no sólo se debía abastecer a la población autóctona sino que se urgía a obtener saldos exportables destinados a solventar la enorme deuda contraída con la URSS en los primeros años de la revolución que llevó a Mao al poder. Los resultados de este decisionismo carente de fundamentos tecnológicos, económicos y sociales fueron las hambrunas que terminaron por erosionar el régimen maoista aun antes del deceso del héroe de la Larga Marcha. Los “expertos” en la historia china de aquellos años difieren notablemente en la cantidad de muertos por inanición: van desde los 15 a los 55 millones.
A partir de la década de 1980, bajo la conducción de Deng Xiao Ping comenzó un largo proceso de “des-colectivización” de la producción agrícola a la vez que se fue ampliando la intervención del mercado en la comercialización de los excedentes que fueron adjudicados a los campesinos. Asimismo fue activada la tecnificación de la producción de alimentos mediante estímulos pecuniarios a los que, por su actividad, agregaban valor a las cosechas.
Estas mejoras en la producción agrícola, además, estimularon la migración de campesinos hacia las ciudades costeras donde eran capacitados para generar mano de obra para la creciente actividad manufacturera. A raíz del incremento de las exportaciones chinas de productos industriales, en 1990 se creó la bolsa de Shangai. Entre 1990 y 1997 China creció a un promedio del 10% anual de su PBI en tanto que luego de superada la crisis de 1998, entre 1999 y 2010 el país creció a una media del 9,3% anual: las tasas chinaspasaron a formar parte del léxico de los economistas occidentales.
En cuanto a la composición del PBI chino, en 1980 la agricultura representaba un 37% del total y el campesinado estaba formado por el 68% de la población económicamente activa. A partir de 2007, la producción agrícola contribuía al producto interno en apenas un 10% y la población dedicada a la agricultura había descendido a menos del 40%. El proceso de transformación de la infraestructura económica de la sociedad china avanzaba a un ritmo que tal vez sea inédito en la historia de la economía mundial.
Estas someras consideraciones respecto de los cambios acelerados en la economía china, vienen a cuento por una razón decisiva: la fase expansiva en términos geopolíticos del régimen de Xi Jingping no hubiese sido posible si se hubiesen perpetuado los rasgos de la economía vigentes antes de las reformas encaradas por Deng. Pero, a su vez, esas mismas transformaciones exigían establecer relaciones progresivamente más estrechas con los proveedores de las commoditiesque China requiere para sostener sus elevados índices de crecimiento. A lo que hay que agregar que el paso de una economía agraria a una industrial fue acompañado por el ascenso social de algo así como 500 millones de habitantes que dejaron atrás economías de subsistencia y entraron a formar parte de una clase media que fue variando la índole de sus consumos, tanto de los destinados a satisfacer necesidades básicas como de aquéllos que responden a necesidades secundarias o culturales.
No podemos dejar de señalar que las aceleradas transformaciones económicas y sociales que tienen lugar en China, no hubiesen sido posibles sin la apertura que permitió a multinacionales europeas y norteamericanas instalarse en el país atraídas por el inicialmente bajo costo laboral y otra clase de beneficios no disponibles en los países de origen de los inversores. De a poco, la tecnología utilizada por las empresas des-localizadas hacia China, se fue transfiriendo a empresas, públicas y privadas del país receptor de manera tal que en la actualidad las patentes originales han sido liberadas para beneficio de las empresas chinas que, a su vez, aplicando conocimientos crecientemente sofisticados, producto de un sistema educativo de nivel superior lo cual ha permitido contar con un capital humano de excelencia en muchos de los ítems más significativos respecto de los niveles más altos de bienes de consumo tales como los referidos a la electrónica y a las comunicaciones en general.
Estas consideraciones deben tenerse bien presentes cuando se analicen las vías y los objetivos de la penetración geopolítica de China en América Latina, algo que ha agregado nuevas preocupaciones a la ya complicada política exterior de la administración de Joe Biden así como ya las había causado en los años de Donlad Trump en la Casa Blanca.
(Continuará)



