QUEBRANTOS Y BENEFICIOS EN LA INFRAPOLÍTICA ARGENTINA
PorCarlos P. Mastrorilli
“La infrapolítica es la política que no osa decir su nombre”
Introducción.
Lo primero que es preciso hacer cuando uno se interna en el laberinto de las interpretaciones de la realidad social en sentido amplio, es establecer un mínimo de acuerdos semánticos entre el que escribe y el que lee. Para evitar malos entendidos, entonces, comencemos con un breve glosario apto para una mejor comunicación entre ambas partes.
Para el responsable de este escrito, existe una fuerte correspondencia entre la democracia posicional y la infrapolítica. En tanto aquélla consiste en reemplazar la ideología como categoría de diferenciación política por una pura y simple toma de posiciones – como la del kirchnerismo ocupando la “izquierda” del espectro político en 2003- la infrapolítica comprende lo que en verdad sucede bajo la superficie de los actos del gobierno y de la oposición y de los discursos con los que se pretende disipar, en el contexto de la opinión pública, la sospecha de que “algo importante sucede por debajo de las apariencias, institucionales y/o mediáticas”
Pero tal vez, para eliminar todo factor de confusión, habría que dar algunos pasos más atrás y explicitar qué cosa es para el autor la política a secas. En primer lugar, dejaremos de lado lo que suele entenderse como ciencia política, es decir la política entendida como un sistema de conocimientos dirigidos a la comprensión de los hechos políticos que se presentan al analista como fenómenos objeto de hipótesis y teorías.
En lo que hace a nuestro interés, la política debe entenderse como una actividad cuyos objetivos elementales son la conservación del poder de que se dispone o la obtención del poder de que disponen otros. En cuanto a lo que en este contexto debe entenderse por poder existe una equivalencia fundamental con lo que significa la autoridad para imponer libre y masivamente determinadas conductas a los individuos y grupos sociales existentes en los espacios físicos – territorios- sometidos a la jurisdicción de un Estado. De lo que se sigue que la existencia del Estado es el requisito imprescindible para el despliegue de la actividad política puesto que el acceso a las operaciones propias de la autoridad estatal es el objetivo específico de dicha actividad: sin Estado no hay objeto de apoderamiento y, por lo tanto, la política no sería un conjunto de acciones racionales relacionadas con el ejercicio de la autoridad, sino, en todo caso, una manifestación de actividad lúdica como el deporte.
Por otra parte, siempre hay que tener presente que únicamente el Estado es una organización a la que puede accederse legal y legítimamente si se respetan las normas preexistentes que rigen los modos y los medios por lo cuales los individuos y los partidos pueden adquirir la autoridad bajo la forma de gobiernos que, en las democracias clásicas y también en las posicionales, se constituyen para poner en movimiento la dinámica de “mando y obediencia” que permite que las órdenes sean obedecidas y se conviertan en conductas objeto a su vez de administración y control por parte de la autoridad constituida. Ninguna otra organización social de cierta importancia es accesible mediante una compulsa electoral en la que todos los ciudadanos están invitados a participar para elegir a sus representantes institucionales, los cuales, en teoría, deben actuar como mandatarios de sus electores.
Se infiere de estas definiciones que, a nuestro juicio, la política no es otra cosa que la manifestación de la lucha por el poder del Estado, lo cual presupone que siempre y en todo lugar la política se manifiesta como conflicto de intereses sociales y económicos propios de cada individuo o grupo de individuos. En este sentido la política se distingue de otros medios de dirimir la pugna entre intereses encontrados, tales como la guerra que supone en todos los casos violencia ejercida contra el enemigo dirigida a su eliminación o rendición. La política democrática, por el contrario, supone la necesidad de que existan y operen tanto el oficialismo gubernamental como la oposición. En aquellos países donde la autoridad estatal ha suprimido o reducido a una ficción sin contenido real a la oposición, la política se desliza inevitablemente hacia la guerra civil, situación ésta en la que predominan los medios bélicos sobre los procedimientos electorales.
Acerca de la infrapolítica.
Como paso previo a nuestro intento de definir qué cosa es la infrapolítica, recordemos que la política a secas se desenvuelve en tres espacios – o escenarios- bien diferenciados entre sí: el institucional, el mediático y la calle. En esos mismos tres espacios discurre la infrapolítica.
En el espacio institucional la política está sujeta a una normativa de jerarquía constitucional a la que deben ajustarse - ¿adaptarse?- todos los actores que pretendan involucrarse en los conflictos de poder que son consustanciales a la “profesión de hacer política”. Tanto los procesos electorales como la actividad de los gobiernos están regidos por un complejo jurídico que viene históricamente dado, procedente del tiempo en que “la Nación decidió constituirse en República” al decir de Alberdi.
El espacio mediático es aquél donde los sujetos políticos se movilizan para captar los votos necesarios para acceder al espacio institucional : es la búsqueda de consenso a través no solamente del discurso político-electoral sino también utilizando toda la panoplia disponible en los medios de comunicación de masas, en el sistema educativo y en la denominada actividad cultural que comprende tanto elementos científicos, artísticos y también religiosos. Hasta la publicidad comercial puede participar – y de hecho lo hace – en este permanente torneo apologético y/o crítico. La importancia del planteo y de la resolución de los conflictos emergentes del juego de los intereses enfrentados en el proceso de captación de la opinión pública a la que se considera la base de la conducta electoral, hace que los periodistas, comunicadores sociales, encuestadores, publicistas, docentes y personajes de la farándula y del deporte, mantengan una presencia constante en los llamados medios hegemónicos a través de los cuales pretenden imponer una agenda de temas y opiniones coincidentes con el interés de los factores de poder que dirigen esos mismos medios.
En cuanto a la calle, la creciente gravitación de la presencia masiva de las llamadas organizaciones sociales que se manifiestan en el espacio público (calles, plazas, puentes, vías férreas, carreteras y autopistas) como forma principal de introducir en los medios de comunicación de masas las cuestiones que hacen a la existencia y crecimiento de dichas organizaciones, introduce en la política un elemento que, por naturaleza, se vincula con el desplazamiento de la política hacia situaciones que exceden la regulación jurídico-constitucional de dicha actividad Tanto si las autoridades legales reprimen los excesos en que incurren estas organizaciones sociales como si los toleran o estimulan, la calle se ha ido transformando en un instrumento análogo al utilizado por el sindicalismo en sus orígenes históricos cuando la huelga, con despliegue de piquetes y ocupación de lugares de trabajo, era considerada un delito de acción pública. Tengamos presente, asimismo, que la mayor parte de las acciones de piqueteros, okupas y manifestaciones multitudinarias en los espacios públicos, se halla comprendida en el capítulo del Código Penal que reprime los delitos contra la seguridad de los medios de transporte y de comunicación.
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La infrapolítica es una forma degradada de la formulación y planteo de los conflictos por el poder, entendidos éstos como lo hemos explicitado antes. Dicha degradación es la consecuencia de disociar lo realmente importante de la actividad política de lo que aparece mediáticamente como decisivo en orden a obtener el consenso social conducente a la captación del voto de los ciudadanos.
Las teorías de los expertos italianos sobre el llamado sottogoverno han influido en las concepciones de analistas políticos de otros países hasta el punto de arribar a la identificación del subgobierno con la actividad ilegal desplegada desde las burocracias administrativas para obtener beneficios económicos y financieros para los propios gobernantes o para favorecer la conformación del denominado capitalismo compinche. Los hechos vinculados a estos abusos del poder que otorga la manipulación de las instituciones estatales, ha dado lugar a la expansión tan patente en nuestro país de la corrupción administrativa contemplada en el Título 11 del Código Penal, arts. 256 a 272.
Por otra parte, la infrapolítica también ha incorporado a su práctica habitual elementos vinculados a los servicios de inteligencia dependientes del Estado que, haciendo un uso abusivo de las atribuciones legalmente conferidas, utilizan la información captada a través de sus medios específicamente destinados a proporcionar elementos útiles para una mejor administración de la res publica, para servir a objetivos incompatibles con el Estado de Derecho y con los procesos propios de la democracia representativa. El espionaje a los adversarios políticos, sindicales o empresarios, se ha ido transformando en nuestro país – y también en otros donde tiene vigencia un subdesarrollo cívico e institucional- en una práctica habitual de los gobiernos sin distinción en lo que hace al posicionamiento electoral de los partidos.
A nuestro entender la infrapolítica no debe asimilarse al sottogoverno, si bien éste forma parte inescindible de la infrapolítica. Así como la democracia posicional desplazó a las democracias clásicas, así también la infrapolítica tiende a transgredir los límites normativos – constitucionales- formalmente vigentes en las sociedades regidas por sistemas jurídicos coincidentes con los contenidos materiales del Estado de Derecho. En estas circunstancias tanto las autoridades gubernamentales como la oposición se involucran en prácticas frontalmente contradictorias respecto del discurso y las propuestas cuyo objetivo es la captación del voto del mayor número de ciudadanos.
De todo lo dicho se puede deducir que una definición aceptable de lo que debe entenderse por infrapolítica podría ser la siguiente:
“Infrapolítica es el modo de plantear y resolver los conflictos de poder en las democracias posicionales que es realmente operativo en detrimento de la vigencia de la normativa constitucional que rige formalmente los procesos democráticos/electorales y los límites al ejercicio del gobierno de la sociedad por parte de las autoridades legalmente elegidas por el voto de la ciudadanía.”
(En la próxima nota analizaremos cómo ha sido el despliegue de la infrapolítica a partir de la crisis de 2001.)