LA EDAD DEL BARBIJO.

Entre las novedades que el Coronavirus pandémico está aportando a la humanidad, es posible que la más trascendente de todas sea la creación de otras clases de ciudadanos que se agregan a las ya existentes tales como proletarios, lúmpenes, burgueses, oligarcas, plebeyos, aristócratas, etc.

Los medios de comunicación de masas – masivamente entregados a generar confusión general entre el público radio-oyente o tele-vidente - propalan continuamente noticias contradictorias y disparatadas sobre los beneficios o perjuicios que pueden – o no- causar las vacunas y sobre la vindicta de las autoridades contra los renuentes a dejarse pinchar con los arcanos preparados que vienen en frasquitos de elegante presentación.

El problema que se les presenta a quienes desean saber algo concreto sobre la evolución de las variantes y nuevas cepas del Virus, consiste en no disponer de medios cognitivos para saber algo con certeza, aunque fuere de débil consistencia metodológica, sobre una cuestión que rebasa por completo lo que pueden extraer de sus vivencias personales; digamos de su experiencia.

En efecto; el común de los mortales no puede acceder a través de sus sentidos a información que les resulta creíble por haber penetrado en sus mentes a través de la visión, el oído, el tacto, el olfato o el gusto. No puede discernir entre vacunados y no vacunados; ni entre contagiados y no contagiados; ni entre contagiados con síntomas y asintomáticos. Mucho menos entre quiénes se han vacunado con una u otra de las chinas, las rusas, las yanquis, las europeas, las cubanas… Y menos todavía entre los que se han inoculado con una, con dos o con más de dos dosis. Todos parecen iguales cuando se sale a la calle. Sin embargo… hay algo que sí pueden conocer a simple vista: quiénes usan barbijo y quiénes no.

¡El barbijo! Cuando uno ve a gente de edad provecta y a jóvenes, a hombres y mujeres; a individuos bien vestidos y a los que gastan ropas que denuncian trajines excesivos, es posible indagar, si se lo desea, en una nueva clase de sociología: la del barbijismo colectivo. El uso correcto del barbijo, no es sencillo. En primer lugar, no cualquier pedazo de tela posee la capacidad de impedir la inhalación del Virus. Luego está el costo de la cotidiana portación del barbijo pues ¿cuántos lavados y usos continuados aguanta un barbijo por más garantías que se le haya adjudicado de proteger al portador, siempre y cuando no se lo lleve como un adorno bajo la barbilla?

Por otra parte, existe información acerca de la producción y venta al público de barbijos que lucen adornos de piedras preciosas o semi-preciosas. Algunas damas de la aristocracia mediática consideran que el barbijo de lujo puede reemplazar con ventajas la exhibición de aretes y colgantes de diseños exclusivos y materiales costosísimos. No pasará mucho rato antes que en las pasarelas, deslumbrantes modelos desfilen portando barbijos decorados por diseñadores de renombre mundial.


Imaginar el futuro con el Virus y el barbijo.

Tal vez sea conveniente dejar explayarse a la imaginación y, a través de la “loca de la casa” visualizar situaciones a que dará lugar la prolongación sine die del barbijismo colectivo.

Es más que posible – casi diríamos que ineluctable- que los barbijeros o barbijistas extremosos increpen en el espacio público y aun dentro de sus hogares, a quienes por error, descuido o impugnación ideológica del uso del barbijo, luzcan sus bocazas y narizotas audaz y altivamente. Estos retadores del barbijismo, además, cultivan un look desafiante: siempre curten andares enérgicos y raudos y muchas veces dedican miradas de conmiseración hacia los transeúntes que marchan con los barbijos firmes en su rol de tapabocas y napias.

Pero esto no sería lo principal. Los impugnadores del barbijismo suelen denunciar a granel a los usuarios del artefacto como muy probables delincuentes que, so pretexto de protegerse del Virus, ocultan su identidad facial ya que solamente los ojos de los barbijeros quedan a la vista del público en general. Y si el usuario del barbijo lleva anteojos oscuros, la sospecha de criminalidad se incrementa hasta el punto que los impugnadores del barbijo han propiciado un DNU que prohíba el uso simultáneo de barbijos y gafas de lóbregos tintes.

Por otro lado, en países donde el fanatismo islámico ha generado como contrapartida una extendida islamofobia, los detractores del barbijismo han llegado al extremo de acusar a los usuarios del artefacto de simpatizar con Al Qaeda, ISIS y otras versiones de partidarios de la yihad. Aducen, no sin razón, que se empieza por el niqab, se sigue con el chador y se termina con el burka. Cuando las féminas comiencen a cubrirse de la cabeza a los pies con el negro ropaje se deberán aplicar las prohibiciones y sanciones que tantos problemas causaron al Eliseo.

No es desechable, entonces, que en las calles otros tipos de violencia se agreguen a las que hoy en día se suele desatar entre peatones y motorizados, entre motochorros y pacíficos ciudadanos o entre la barra brava de Excursionistas y la de Nueva Chicago. Es más que probable que un barbijero medio fanático apostrofe a un sinbarbijista de andares raudos al grito de “¡Criminal! ¡Si no querés usar el barbijo quedáte en tu casa!” O tal vez, ya en un extremo de las cosas: “¡No respires ni escupas! ¡Coséte la boca y ponéte dos corchos en el naso, so malhechor!”

Por su parte, los cultivadores de la cara limpia de mascarillas bien podrían abalanzarse sobre los usuarios del barbijo y arrancarles de mala manera el adminículo sanitario, con la lógica consecuencia de impactar en el rostro del sorprendido barbijero: arañazos y bofetadas serían inevitables. Las calles de esta manera, serían de más en más peligrosas y no sería de extrañar que muchos decesos provocados por el conflicto cuyo eje central sea el barbijo, se computasen como causados por el fatídico Coronavirus.


Barbijismo y Antibarbijismo.

Como suele suceder en la Historia de la Humanidad, sobre el fundamento de las cosas que pasan, el uso del barbijo por tiempo indeterminado pero seguramente prolongado, está en vías de generar una ideología. La tendencia de la mente humana hacia la justificación de la realidad insuflándole lo que se cree es un pensamiento racional, conduce a la articulación de cosmovisiones cuya función no es otra que la de incluir la irracionalidad como parte integrante – e inseparable- de la conducta colectiva.

En el caso del barbijismo, conforme con lo antes dicho, está claro que la inclusión de un nuevo componente de la moda debido a consideraciones de índole sanitaria, es un hecho trascendental, máxime si el uso del barbijo se declara obligatorio y se vinculan sanciones penales para quienes se atrevan a transgredir las normas basadas en hipótesis científicas respecto de la mejor manera de combatir al Virus.

Esta situación, novedosa por cierto, conduce a poner fuera de la Ley a los militantes del antibarbijismo. Cuando al circular por las calles el uso del barbijo era optativo y los que desafiaban a las mayorías barbijeras podían expresarse sin restricciones y hasta proceder agresivamente contra los ciudadanos que se cuidaban de inhalar partículas asesinas expelidas por prójimos que estornudaban, tosían, cantaban, gritaban o sencillamente expresaban sus pensamientos por la vía oral mediante el uso estricto del barbijo, los contestatarios bien podían creerse como los lejanos herederos del guevarismo y de otras manifestaciones adversas al imperialismo yanqui y se comportaban como machos que desafiaban no sólo al Virus sino también a quienes se sometían voluntariamente a una moda que tal vez denotara obediencia a una moral blanda y complaciente, originada en los pliegues del consumismo o de la resignación.

La rebeldía contra el uso reiterado del barbijo, entonces, conduce a la transgresión abierta primero y a la clandestinidad después. Veremos, dentro de muy poco, a altas horas de la noche cuando tiene vigencia la prohibición absoluta de transitar por el espacio público, salir de sus hogares a individuos de toda clase social y sin distinción de raza, color u orientación sexual que, presurosos, van a reunirse con camaradas en plazas, parques y explanadas donde, luego de una arenga del líder vecinal, se entregan a impúdicas exhibiciones de antibarbijismo y, a veces, encienden hogueras donde incineran mascarillas de las más diversas marcas y orígenes.

Como suele suceder, los que se ufanan de utilizar el barbijo a tiempo completo – lo que incluye al propio domicilio y hasta con quien se comparte el lecho- confían en la silenciosa gravitación de las mayorías. Creen que su ejemplo pasará a la Historia como una manifestación de sensatez, de solidaridad con el prójimo y, en definitiva, de adaptación a una nueva e inesperada situación. Mientras el antibarbijismo no podrá jamás despojarse de su impronta sectaria, ellos serán los que finalmente derrotarán al Virus Coronado, un tirano sin escrúpulos y, a la vez, un desafío para la civilización científica y el progresismo universal.


Z.Z.