ANATOMÍA DE UN BATACAZO*

*Real Academia Española. Batacazo:“Triunfo inesperado de un caballo en unas carreras. Triunfo o suceso afortunado y sorprendente”.


Introducción

En 1976 el economista norteamericano Gordon Tullock – conocido por sus trabajos sobre la “teoría de la elección pública” y la labor investigativa sobre la influencia de la economía sobre las decisiones de los votantes en las elecciones democráticas- publicó el libro que más claramente explicaba el funcionamiento del capitalismo democrático: Los motivos del voto”.

Considerado por la crítica como un destacado seguidor de J.A. Schumpeter – autor del renombrado “Capitalismo, Socialismo y Democracia”- Tullock se esforzó en convencer a los científicos sociales de su época de la necesidad de descubrir “la esencia de los procesos de decisión política propios de la democracia” los que, a su juicio, no son determinados por motivos principalmente éticos y/o ideológicos sino por razones muy semejantes a las que tienen preeminencia en los mercados en los que se confrontan intereses claramente vinculados a la economía. Se trata, en resumidas cuentas, de un nuevo enfoque racionalista, no ya derivado de presuntos móviles altruistas fundamentados en concepciones morales o religiosas, sino de decisiones adoptadas a partir del conocimiento del “mercado político” y de cómo el interés personal de los votantes será mejor atendido según sea el resultado de una elección. La pluralidad de intereses económicos presentes en toda sociedad capitalista y su confrontación legalmente organizada son las condiciones necesarias para el buen funcionamiento de los gobiernos democráticamente electos. Lo cual no significa que los principios en que se funda la teoría de la “public choice” sean ajenos a una concepción ética de la economía y la política. Para los cultores más destacados de esta escuela, entre ellos James M. Buchanan, el sistema constitucional, basado en la concepción kantiana de la sociedad, aporta los elementos éticos de manera tal que al fundirse con la eficiencia propia del funcionamiento real de la economía, completa la visión del espacio en el que se desenvuelven las opciones electorales de los individuos que ejercen, cuando son convocados a sufragar, su plena soberanía como individuos libres. Por supuesto que para que los hechos sucedan según lo prevé esta teoría, los ciudadanos deben disponer de la suficiente información puesta a su alcance por medios de comunicación objetivos y veraces”

Tullock, además, había publicado en 1962, junto con James M. Buchanan, el “padre” de la “Public Choice Society”, un trabajo que tuvo gran repercusión entre los economistas de habla inglesa interesados en analizar los vínculos “reales” entre la política y la ciencia económica. Dicho trabajo se tituló en español (versión traducida en 1980) “El Cálculo del Consenso. (Fundamentos lógicos de una democracia constitucional)” . Como se expresa en el párrafo anterior, la teoría de la “elección pública” * además de revitalizar frente a las acechanzas provenientes tanto del comunismo como del fascismo- un liberalismo que extrae de la economía la imprescindible noción de eficiencia sin la cual no sería posible producir los bienes y servicios necesarios para la supervivencia de la sociedad ni incentivos para invertir -el lucro legítimo que se encuentra en la esencia del capitalismo democrático- se postula como un eficaz señalador de los límites justos del “intervencionismo estatal” en los asuntos económicos y en la proyección de la política económica de los gobiernos en lo que hace a las interacciones de los individuos y los grupos en el contexto de la sociedad civil.

* Tomamos como referencia a la teoría de la public choice porque es la que mejor se adapta al análisis y la explicación del funcionamiento actual del sistema capitalista-democrático. El lector puede estar seguro que sus aciertos son más perceptibles hoy que los de la Escuela Austríaca, tan reverenciada por Javier Milei.

El Capítulo IV del “Cálculo del consenso” se titula “La racionalidad del individuo en la elección política” , texto que debería ser de lectura obligatoria para todos los que dicen profesar una ideología liberal. Conforme este verdadero principio estructural de las “democracias constitucionales” – así como, en general todo el contenido del tratado- resulta evidente que nuestro Javier Milei no reúne ninguno de los requisitos exigidos por una teoría que proclama la autonomía del individuo y su racionalidad al momento de emitir su voto.

¿Queremos decir con esto que los ciudadanos que posibilitaron con sus decisiones del domingo 19 de noviembre que el Hombre de la Motosierra se convirtiera en el Presidente electo de la República Argentina, votaron irracionalmente? A responder a esta inquietante pregunta están dirigidas las páginas que siguen.


El contexto de la elección de Javier Milei como Presidente de la República Argentina.

Al momento de llevarse a cabo las PASO del domingo 13 de agosto de 2023, Argentina contaba con poco más de 46 millones de habitantes y el padrón de votantes alcanzaba a 35 millones de individuos. Participaron en esta elección, casi 25 millones de ciudadanos, un 70,43% de los habilitados a sufragar. Milei obtuvo 7.352.244 votos lo que equivale al 29,86% de los sufragios emitidos.

En la elección presidencial del 22 de octubre el número de habilitados para votar alcanzó casi a los 36 millones de ciudadanos. Votaron 27.100.675 individuos, o sea el 77,65% del padrón general. Javier Milei, segundo de Massa en esta elección, reunió a 8.034.990 voluntades, 29,99 de los votos emitidos.

En la instancia decisiva del 19 de noviembre, Milei cosechó 14.554.560 votos (55,65%) contra los 11.598.720 de Sergio Massa (44,35%) Participaron en el ballottage 27.021.600 ciudadanos (76,32% de los habilitados para votar). Este resultado implica que los sufragios que en octubre favorecieron a Patricia Bullrich – 6.379.023- además de los conseguidos por Juan Schiaretti – 1.802.068- pasaron a engrosar, en su casi totalidad, el capital electoral de Milei que, de esta manera, produjo el batacazo que lo ungió como Presidente “de todos los argentinos”.

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Ahora bien; la elección de Javier Milei como la de cualquier otro Presidente, se lleva a cabo en un contexto socio-económico del cual derivan las opciones políticas ofrecidas a la ciudadanía para que ejerzan su derecho a elegir a quiénes prefieren convertir de candidatos en gobernantes.

En el caso de la confrontación entre Milei y Massa, se presentan algunos elementos y circunstancias nada habituales en nuestros de por sí turbulentos escenarios políticos. El primer y más importante dato que salta a la vista al analizar los resultados antes expuestos, es que el candidato “oficialista” Sergio Massa tuvo que arrostrar la pelea electoral como postulante a suceder a Alberto Fernández desempeñando dos roles que resultan, en principio, incompatibles entre sí.

Cuando Massa renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados – y también a su banca- y asume como Ministro de Economía el 2 de agosto de 2022, lo hace en plena crisis desatada por la renuencia del FMI a seguir negociando con Silvina Batakis lo que enfrentaba al Gobierno a un inexorable default. A partir del acuerdo de Massa con Cristina consistente en el mutis por el foro de la Vicepresidente a fin de permitirle al nuevo Ministro desplegar las acciones necesarias para llegar a las elecciones del año siguiente con alguna chance de dar pelea por la Presidencia, el “arribista del poder”como le llama Diego Genoud en su interesante biografía no autorizada, Massa comienza a desempeñar los roles de administrador de una crisis que venía prologándose desde mucho antes de que Alberto Fernánez y CFK triunfaran en el 2019 y el de candidato in extremis para evitar otro gobierno de algún avatar del macrismo.

Uno puede suponer que el doble papel que las circunstancias adjudicaron a Massa – junto a su ambición personal, por supuesto- hubiera podido mejorar sus chances electorales mediante la aplicación de políticas que beneficiaran a una consistente mayoría de votantes, de manera tal que en el año transcurrido desde su designación como Ministro hasta las PASO de agosto de 2023 él pudiera convencer al electorado de que como futuro Presidente no le depararía a esas mayorías más angustias económicas que las ya padecidas y que el ajuste que se debería practicar lo soportarían los más privilegiados, los que ocupan la cima de la escala social.

Pero existe otro enfoque: Massa no llega a ser considerado un “Superministro” que forma parte de un gobierno kirchnerista por definición, sino porque ha pactado que su eventual presidencia no sería otra cosa que la continuación de las mismas políticas que desplegó el oficialismo y que redundaron en las pésimas condiciones socio-económicas vigentes en los meses previos a las elecciones en las que Massa no podría desligarse de sus innegables compromisos con el kirchnerismo. Dada esta visión de las cosas, ser Ministro de Economía y candidato a Presidente, no constituía una ventaja política sino una pesada carga de la que no podría desprenderse de modo alguno.

Si asignáramos una influencia en el voto que consagró a Milei como Presidente de la República a un minimum de la racionalidad económica que prescribe la escuela de la Public Choice o la mayor parte de las doctrinas que declaran la superioridad del propio interés del votante al momento de sufragar, entonces deberíamos tener en cuenta cuáles fueron las medidas tomadas por Massa en el ejercicio de su función ministerial pues éstas deberían formar parte inescindible de la deliberación de cada individuo antes de emitir su voto. En este sentido negarle el voto a Massa en el ballottage tendría un significado preciso: un juicio negativo respecto de su actuación ministerial. Veamos entonces cómo el contexto económico y social que se puede considerar como vigente desde agosto de 2022 a las PASO de agosto de 2023, pudo o no haber tenido una influencia decisiva en la elección presidencial.

En este sentido, parece útil traer a colación algunos elementos que han sido fundamentales para diseñar la imagen del homo oeconomicus quien jamás votaría a alguien al que no considerara que, como gobernante, ejercería como fiel representante y defensor de sus legítimos intereses.

Como es sabido, Agnes Heller lo ha establecido correctamente, las necesidades humanas son primarias –alimentación en primer lugar- y/o secundarias, derivadas de la cultura de clase de cada individuo y grupo familiar. Por otra parte, si bien en principio es posible distinguir entre el deseo y la necesidad, cuando los deseos son demasiado intensos y permanentes, adquieren la forma y el funcionamiento de una verdadera necesidad. Casi todas las necesidades y deseos de las personas, sólo pueden satisfacerse a través de medios que, directa o indirectamente, dependen de la actividad conducente a la producción y a la distribución de los bienes y servicios que permiten subsistir y reproducirse a las sociedades con normalidad y establemente. De aquí que el conocimiento de las leyes que gobiernan la economía es una condición necesaria para que los individuos sepan cómo dirigir sus acciones en orden a satisfacer sus necesidades y sus deseos.

Pero el conocimiento de lo económico, y más aun de lo relativo a los mercados financieros, no está disponible para la experiencia del común de los individuos, basada en la observación directa de los hechos que están involucrados en el funcionamiento de los procesos económicos y financieros. Como lo dijera Perry Anderson, parodiando a Saint-Exupery, en un reportaje datado en 1991 “lo esencial de la economía está oculto a los ojos de los pueblos”

Ese individuo abstracto que sabe qué hacer y qué no hacer a partir de conocimientos adquiridos sobre el funcionamiento de la economía y luego decide racionalmente, elegirá siempre lo mejor para sí lo cual, para el esquema de Adam Smith, redundaría en beneficio de la sociedad toda. De esta manera, el progreso del común estaría garantizado y todos y cada uno tendrían la oportunidad de ascender en la escala social. Pues bien: la votación que elevó a Javier Milei a la Presidencia de la República, ha desmentido contundentemente las premisas básicas del capitalismo democrático como se verá más adelante.

Massa Ministro vs Massa candidato.

Como habrán apreciado nuestros lectores, en el contexto en que se llevaron a cabo las tres instancias que culminaron con la elección presidencial del 19 de noviembre, a quien esto escribe le resulta casi imposible admitir que el voto de los argentinos se haya emitido haciendo poco o ningún caso de las circunstancias económicas en las que el proceso electoral se desarrolló. De ahí que nos interese echar un vistazo a lo que hizo u omitió Massa como Ministro de Economía y cómo en el balance de su gestión influyeron las informaciones e interpretaciones que con respecto a ella produjeron los medios masivos de comunicación.

Es evidente que el elemento más negativo que ha obrado contra las posibilidades de Massa para ser electo es la elevada inflación que se ha registrado durante su ministerio. Lo que no ha sido explicado, siquiera modestamente, es que la inflación argentina obedece a causas estructurales que son por completo ignoradas por los votantes que sufren las consecuencias de dicho flagelo. Es cierto, por lo demás, que el ritmo del aceleramiento de la depreciación de la moneda se incrementó notablemente en el último año. Pero culpar a Massa de este proceso – tal como lo hicieron los medios de comunicación masiva más influyentes- constituye una falacia que no ha sido convenientemente rebatida, incluso por el mismo Massa.

Otra impugnación grave ha sido el aumento de la tasa de pobreza que habría trepado del 36,5% de la población hasta el 44,7% declarado en los últimos días por el “Observatorio de la Deuda Social” dependiente de la Universidad Católica Argentina bajo la dirección de Agustín Salvia. Si bien en la medición de la pobreza influyen prejuicios ideológicos, unido al hecho de que el mismo concepto de pobreza no resiste un análisis científico riguroso, lo cierto es que existen sectores sociales incluídos en la llamada “clase media-media” respecto de los cuales se ha registrado una merma de su poder adquisitivo aun cuando dispusieran de un salario “en blanco”. En otras palabras: los salarios y en general los ingresos – jubilaciones, pensiones y subsidios – no han podido mantenerse a la par del aumento de los precios de los bienes y servicios necesarios para cubrir sus necesidades primarias y secundarias, algunas veces debido a fluctuaciones del tipo de cambio que afectan los costos de producción y otras por la pura y simple especulación de las empresas formadoras de precios.

En cuanto a cuestiones que suelen escapar al conocimiento de la mayoría de la población, la actitud de los adversarios de Massa ha sido implacablemente crítica. La emisión monetaria, la intervención en el mercado de cambios, el alivio de la carga impositiva sobre los salarios medios/altos, los acuerdos de precios con las empresas productoras de bienes básicos de consumo masivo, el mantenimiento de ciertos subsidios (transporte, energía, programas de contenido social como el “Pre Viaje”, etc.) fueron sometidos a una critica tan implacable como falaz. Por ejemplo: en lo que hace a la emisión monetaria y a su correlato, las LELIQS, la oposición ha demostrado padecer de una peligrosa amnesia colectiva, pretendiendo que la exclusión de la Argentina de los mercados financieros habituales no tiene nada que ver con el escandaloso préstamo de alrededor de 50.000 millones de dólares concedido al gobierno macrista en violación a expresas normas estatutarias deñ FMI.

En resumidas cuentas: la doble función de Massa como Ministro de Economía y candidato a la Presidencia de la República, no lo benefició aun cuando el manejo de las finanzas públicas pudo ser interpretado como una metodología encaminada a favorecer a presuntos aliados político-electorales. Veremos más adelante cómo su pertenencia al gobierno kirchnerista, fue uno de los factores decisivos que explican el voto a Javier Milei.


El otro contexto: la estructura de clases de la sociedad argentina.

Si el doble rol de Massa al que nos referimos antes puede considerarse como parte del contexto en el que se desarrolló el proceso electoral que llevó a Milei a la Casa Rosada, no cabe la menor duda de que la estratificación social – la real división en clases de la sociedad argentina- que no es otra cosa que una imagen de las desigualdades existentes entre la población del país, constituye el dato – quizás el más importante- a tener en cuenta a la hora de explicar los motivos del voto en cualquier democracia capitalista.

La estructura de clases de las sociedades, es un elemento que varía en el tiempo conforme una multiplicidad de factores, tanto económicos como políticos. Pero lo hace a lo largo de períodos extensos lo cual permite legitimar una disciplina que llamamos sociología política la cual, aplicada sensatamente, puede proporcionarnos no sólo explicaciones de lo sucedido en una determinada elección, sino también una cierta capacidad de prever cómo evolucionarán los repartos de poder en el corto y el mediano plazo.

Actualmente se admite generalmente que la división de las clases sociales en la Argentina se infiera del nivel de ingresos de la población. Conforme este método, simplista en exceso, pertenece a la clase alta el 5% de los argentinos, el 17% a la clase media alta; el 25% a la clase media baja; el 31% a la clase baja/superior y el 20% a la clase baja inferior. Si se aplican estos porcentajes al número de votantes que participaron en los comicios del 19 de noviembre tendríamos que aproximadamente:

a) De la clase alta votaron 1.350.000 individuos.

b) De la clase media alta 4.590.000 ciudadanos.

c) De la clase media baja, 6.750.000 personas.

d) De la clase baja superior, 8.370.000 sufragantes.

e) De la clase baja inferior, 5.400.000 votantes.

Como es sabido Milei obtuvo en esta elección 14.554.560 votos. Si se tienen en cuenta los porcentajes antes indicados, optaron por el “Loco” no solamente los privilegiados y los que aspiran a serlo sino también unos cuantos millones pertenecientes a las clases bajas. Si bien está claro que el 5% que ocupa el sector más alto de la escala social vota por las derechas porque se sienten confortables con la situación que les permite permanecer al margen de las turbulencias de la economía y que los que limitan con el piso inferior de ese 5% y que pretenden atravesar ese piso y pasar a formar parte de la minoría opulenta, también suelen verse inclinados a elegir a un candidato que les asegure que su ascenso social no sólo sea posible sino probable, lo que resulta difícil de explicar es por qué vota como el 22% de los privilegiados y satisfechos una parte demasiado alta de los aproximadamente 20 millones de otros ciudadanos, máxime cuando la clase media/media y la media baja están incluidas en una dinámica social mayormente descendente, salvo que el candidato de los privilegiados y satisfechos sea un personaje capaz de retenerlos y, a la vez convencer a los demandantes y necesitados que se puede alcanzar un equilibrio económico que instaure una dinámica social ascendente para todos ...y todas. Y, además, limitar el intervencionismo estatal al mínimo estrictamente exigido para que las promesas de campaña no sean otra cosa que un irresponsable canto de sirenas.


El gran interrogante: ¿por qué Milei?

Si bien fue el resultado de la segunda vuelta lo que más sorprendió a los actores que protagonizan el melodrama de nuestro sistema electoral y al fiel público democrático, el punto de partida de un análisis correcto de lo sucedido debe buscarse en el desenlace de la elección del 22 de octubre. Conforme a esos guarismos, a Sergio Massa lo votaron 9.853.492 ciudadanos; a Javier Milei 8.034.990; a Patricia Bullrich 6.379.023 y a Juan Schiaretti 1.802.068.

A partir de las cifras correspondientes a las PASO, de acuerdo a las cuales Milei estuvo muy cerca de cosechar el 30% de los votos emitidos, no hubo manera de desconocer que había hecho irrupción en el escenario político un nuevo personaje que seguramente desempeñaría un rol protagónico en el proceso electoral del que las primarias fueron el primer test formulado a la ciudadanía. Como consecuencia de esta impactante novedad, la candidata de la oposición de Juntos por el Cambio resultó eliminada del ballottage de noviembre con las secuelas conocidas a partir de la consagración de Milei como Presidente electo.

Ahora bien; tanto los votantes de Sergio Massa como los de Patricia Bullrich puede considerarse, conforme lo que venimos diciendo, que sufragaron racionalmente; es decir que tuvieron en cuenta, al momento de depositar las papeletas en las urnas, los antecedentes de ambos candidatos y lo que se podía esperar que ellos hicieran si alcanzaran a ejercer la primera magistratura de la República. En el caso de Massa porque representaba la opción más cercana a la doctrina del Estado presente y, en el de la Bullrich, porque ella había resultado elegida como candidata de la coalición de macristas, radicales y lilistas que, hasta esa instancia, parecía constituir la más enérgica oposición posible al avatar kirchnerista del peronismo histórico. Las cosas sucedieron de otra manera: Milei derrotó a Patricia y asumió el liderazgo de la oposición frontal a la candidatura de Massa, éste como continuador y renovador de ese peronismo histórico. A partir de esta imprevista realidad electoral, todas las miradas tanto en nuestro país como en el extranjero, se centraron en tratar de entender quién era en realidad ese outsider proveniente del subsuelo de la política nacional y en cómo había llegado a ser el próximo Presidente de la República Argentina.

En la biografía no autorizada de Javier Milei escrita por Juan Luis González titulada ·El Loco” (Ed. Planeta, Bs. As. 2023) pueden encontrarse algunas claves de la personalidad del ahora Presidente en ejercicio y de su pasado antes de convertirse en un personaje político. Es cierto que tanto los orígenes familiares de Milei como su actividad profesional en el campo de la economía presentan rasgos no convencionales y que hasta hoy subsisten dudas no carentes de fundamento en relación a la corrección con la que ejerció su profesión. Pero estos datos no son imprescindibles para poder considerar a Milei como un producto de intereses de ciertos factores de poder que, como la Corporación América de Eduardo Eurnekian, desencantados con la gestión gubernamental del macrismo, necesitaban promover a un candidato que reuniera unos pocos atributos que lo hicieran “digerible” para un número significativo de futuros votantes. La idea, después de la elección de 2021 en la C.A.B.A que lo hizo diputado nacional al haber reunido el 17% de los sufragios emitidos, era la de disponer de una herramienta para negociar con Mauricio Macri y sus adláteres una nueva coalición para enfrentar al oficialismo kirchnerista en la crucial elección de 2023. El 30% de los votos que Milei obtuvo en las PASO de agosto, como dijimos antes, modificó el plan original: a partir de ese momento, el polo hegemónico de nuestro sistema de poder creyó que tenía al hombre que podía ganar la elección presidencial y, a la vez, que su hipotético gobierno sería lo suficientemente endeble como para ser conducido sin resistencias desde los grupos económicos y financieros que le proporcionaran al candidato sorpresa los dineros necesarios para afrontar los gastos de campaña.

En la formulación de dicho plan y en el ineludible compromiso de presentar a la opinión pública a un Milei poco conocido – a pesar de sus intervenciones a veces extravagantes en algunos programas de TV- ejercieron una función sumamente destacada los llamados medios hegemónicos activos en el espacio mediático de la política: tanto el “Grupo Clarín” como “La Nación” que incursionó en el área televisiva con un canal -”La Nación+” - dedicado desembozadamente a promover al macrismo en un principio y después de 2022 a jugar sin falsos pudores como órgano de campaña del mileísmo, desempeñaron un papel decisivo en la captación de sufragios para convertir a un outsider en un candidato si no seguro ganador, en alguien capaz de reemplazar a un Mauricio Macri que debió renunciar a su propia candidatura presidencial por el altísimo nivel de imagen negativa derivada del triste final de su gobierno. Esos mismos factores de poder que escucharon al vástago de Franco opinar públicamente que un posible gobierno de Milei sería fácilmente infiltrable” por cualquier otra alternativa política, se irritaron sobremanera con esa declaración porque esa era la idea que sustentaban los grupos dispuestos a invertir muchos millones en la campaña del novel candidato y les pareció sumamente desatinado difundir una de las claves más reservadas del “Proyecto La Libertad Avanza”.

Dadas estas circunstancias es el caso de preguntarnos por los motivos del voto de los ciudadanos que contribuyeron a la formación de ese 30% que fue el núcleo central y básico del 55,65% de sufragios obtenidos por Milei en el ballottage del 19 de noviembre. Veamos entonces cuáles han sido, a nuestro juicio, los principales ítems que los votantes de Milei han tenido en cuenta para ungirlo Presidente de los argentinos.

I. El cambio, imperativo moral.

Cambiemos”, “Juntos por el Cambio”: los nombres de la coalición que gobernó con Mauricio Macri entre 2015 y 2019 y luego monopolizó la oposición al recientemente fenecido período presidencial de Alberto Fernández, parecen indicar una suerte de creencia compulsiva a considerar como deseable e inevitable una transformación del status político vigente cuyos alcances han sido imprecisos aunque revelan la existencia de una voluntad colectiva- aunque más no sea por representación- de facilitar la evolución natural del sistema institucional de la Nación.

Si se introduce un enfoque histórico en la apreciación de los cambios políticos, se llega a la conclusión de que los sistemas de poder se modifican evolutiva o revolucionariamente. Las coaliciones antes mencionadas, en ningún momento pretendieron ser agentes de una revolución pero sugirieron, en el curso de su trayectoria política, que su existencia y su preeminencia electoral eran imprescindibles para orientar y ordenar los cambios para, de esa manera, otorgar al cambio un sentido de progreso, de manera tal que frente al apotegma que pretende que todo tiempo pasado fue mejor”, se consolidara una verdadera fe en que el futuro sea el tiempo que depare a la sociedad toda la oportunidad de alcanzar, sino la perfección, una mejoría general de las condiciones en que se desenvuelve la vida cotidiana de los individuos y de las familias. Todo ello implica una transformación del sistema político que, en lo esencial, signifique, en la versión de los cambiemitas, limitar el intervencionismo estatal en la economía real y en la financiera.

De esta manera los que se opongan al cambio o simplemente no colaboren con su instauración como praxis política general, serían considerados retrógrados. En cuanto a los que resistan los cambios porque crean que la conformación del sistema tal y como existe en el presente es más conveniente para los intereses de la mayoría de la población que requiere de la acción del Estado para que se mantenga una dinámica social ascendente – el Estado de Bienestar- también son catalogados como contrarios al progreso y defensores de instituciones obsoletas, ineficientes y corruptas. Con lo cual el cambio cambia de contexto para transformarse en un imperativo moral. De ahí que el votante de Milei, más allá de su procedencia de clase, estime que el hermano de Karina les ha sido ofrecido por las fuerzas del Cielo” como un Mesías dispuesto a cambiarlo todo.

Es del caso, entonces, de preguntarnos si en los millones de argentinos que optaron por Milei, además de haber sido impulsados por el convencimiento de un deber moral, no ha colaborado un factor espiritual que no puede menos que considerarse de origen religioso.

II. La prédica “anti-casta”.

Cuando las aspiraciones presidenciales de Milei se hicieron explícitas, el amo y servidor del perro “Conan” publicitó por todos los medios a su alcance, la tríada de reformas con las que iba a gobernar la República si resultaba elegido, a saber: dolarización, cierre del Banco Central y eliminación de la casta.

¿Qué entendía Milei por casta? De todos sus discursos y proclamas se desprende que en su peculiar léxico, Milei utilizaba ese sustantivo para abominar de los políticos profesionales. La cuestión no deja de tener sus bemoles, en primer lugar porque el Art. 38 de la Constitución reformada en 1994 establece que Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático”. Se comprenderá sin dificultad alguna que es imposible la existencia de partidos políticos sin el concurso de individuos dedicados a la política.

Esa dedicación constituye, en los hechos, el ejercicio de una profesión lo cual genera el tipo del político profesional o sea el de aquél que milita para alcanzar posiciones encumbradas en la dirigencia del partido y, eventualmente, convertirse en candidato para ocupar un cargo electivo y tener la opción de superar la ordalía de las urnas y devenir gobernante. Archivadas la dolarización y la eliminación del BCRA, la prédica anti-casta fue lo único que permaneció en pie de aquella primigenia trilogía.

Ahora bien; es evidente que Milei, que como dijimos antes proviene de los subsuelos de la política, se cree totalmente ajeno a la clase de los políticos profesionales a los que más arriba hicimos referencia. Él se presentó a la ciudadanía como un experto economista que se ganaba la vida asesorando a bancos y empresas – como las del grupo Eurnekian- percibiendo por sus servicios un salario y participando en ciertos programas de televisión en los que hacía gala de posturas extravagantes, polémicas y, en general, poco apegadas a cualquier metodología propia de las ciencias sociales.

En sus apólogos anti-casta, Milei buscó extraer de las malas condiciones en que funcionaba la economía en los años del kirchnerismo- también del macrismo- materiales con suficiente carga negativa como para poder inculpar a la casta de todas las calamidades que, como la inflación y la brecha cambiaria afectaban el normal desempeño de las leyes esenciales de la economía. Que como todos y todas saben es la consecuencia inexorable de no respetar in totum la supremacía de la Biblia de la oferta y la demanda de bienes y servicios. Sin embargo, a poco andar del proyecto presidencialista de Milei, también la nitidez y pureza de sus posiciones anti-casta fueron ingresando al cajón de las cosas inservibles. Como se demuestra con claridad en el Capítulo 14 del antes citado trabajo de Juan Luis González, Milei cerró una cantidad no parva de negociaciones y candidaturas con destacados miembros de la casta en Tucumán, Chubut, Río Negro, Neuquén, Misiones, Entre Ríos, San Juan, San Luis, Mendoza, Salta, La Rioja y Buenos Aires. En todos estos casos se produjo un alejamiento total o parcial de las huestes nucleadas en el Partido Libertario – creación del también postergado Ramiro Marra- con lo cual no solamente la prédica anti-casta debió archivarse por la evidente contradicción entre el relato y las “patéticas miserabilidades” propias de los acuerdos enderezados a obtener cuantos más votos a favor se depositasen en las urnas, sino que incluso los postulados más notorios del anarcocapitalismo fueron desechados y, en casos como el del empoderamiento de Toto Caputo, negados teórica y prácticamente.

Por otra parte, Milei ha ignorado supinamente que sus denostados políticos castizos cumplen, en las democracias capitalistas, el rol de intermediarios entre los factores hegemónicos del sistema de poder y las masas populares con el objetivo de impedir o bloquear cualquier posibilidad de que, por medio de una elección, arriben al gobierno quienes fuesen capaces de amenazar las posiciones de privilegio históricamente consolidadas. En otras palabras: los políticos profesionales no son los dueños del poder sino instrumentos más o menos aptos de los verdaderos titulares del mando a partir de la concentración del capital en aquellos factores económicamente hegemónicos.

Sin embargo el desprestigio de la clase política/profesional ha sido de tal magnitud entre nosotros, los argentinos, que en el núcleo duro del 30% votante de Milei, la prédica anti-casta tuvo efectos favorables al hermano de Karina hasta la celebración de la segunda vuelta inclusive. No fue obstáculo para ello que antes del 19 de noviembre, Milei celebrara públicamente un pacto electoral con Mauricio Macri, Patricia Bullrich y otros menos prominentes integrantes de la casta. Con lo cual quedó comprobado que para el mileísmo la casta es el otro. Lo cual implica que cualquier político profesional de abigarrado curriculum burocrático que sea tocado por la mano redentora del hoy Presidente de la República, queda, como por ensalmo, libre de pecado y, en consecuencia, apto para ingresar a las huestes libertarias y, eventualmente, para alcanzar un rango apostólico entre ellas.


III. “Ya sé que estoy piantao, piantao,piantao”. (Horacio Ferrer. “Balada para un loco”)

Está suficientemente claro después de la velada de gala en el Colón, que a Javier Milei le parece óptimo que la gente lo considere un loco. Tal vez por una lectura apresurada del “Elogio de la Locura” – la inmortal obra de Erasmo de Rotterdam- Milei cree en el poder purificador de la enajenación mental. Porque ¿quién sino un demente sería capaz de intentar el aniquilamiento de todo un sistema político blandiendo una motosierra? Milei está complacido y feliz con su imagen pública de demoledor institucional.

Una cuestión que desvela a algunos analistas políticos de por aquí y de afuera, es la que versa sobre cómo y por qué la condición de loco que se le ha atribuído a Milei y que él mismo aceptó y explotó en beneficio de su campaña electoral, se ha manifestado en el conflicto político que culminó con el batacazo de noviembre. Al respecto se han vertido opiniones que abarcan un amplio espectro conceptual: desde quienes no tienen dudas de que el Presidente padezca de algún tipo de delirio místico hasta los que piensan que Milei se hace el loco. En el centro de ambos extremos, se ubican quienes, como el que esto escribe, creen que la presunta locura del personaje es un constructo planificado y llevado a la práctica por los que a la postre resultaron beneficiados por los repartos de poder que pueden evaluarse a través de los nombramientos para las más altas funciones en el Estado que ya se han producido. Pero que, a la vez, están convencidos que para hacerse el loco como lo ha hecho Milei, hace falta estar algo alienado. No cualquiera es capaz de decir y hacer las cosas que el ex-anarcocapitalista ha expuesto ante una opinión pública cautivada por una actuación nunca vista en la escena política nacional.

La exposición no sólo voluntaria sino planificada de Milei como un personaje capaz de actuar por fuera de lo que se suele considerar como políticamente correcto, de introducir en sus parlamentos palabras soeces, insultos desmedidos hacia sus adversarios además de prometer llevar a cabo actos de gobierno irracionales por antijurídicos y/o frontalmente contrarios a los intereses de lo que se creía constituían las mayorías populares, dividió a los más de 14 millones de ciudadanos que lo eligieron Presidente de la República, en dos grandes sectores: los que lo votaron porque sus disparates les parecieron una clara señal de que Milei no tendría reparos en acabar con un sistema que creían malsano para sus intereses – además de irreversiblemente irreparable- y los que sufragaron por él a pesar de la motosierra. Los que migraron en noviembre del macrismo a LLA estaban convencidos de que, finalmente, serían los “expertos” del PRO los que efectivamente gobernarían. Lo que sucedió después, es otra historia de la que aun se está escribiendo el primer capítulo.

Veamos ahora algunos de los jalones que marcaron el camino al cabo del cual se plasmó la personalidad de Milei que le permitió convertirse en el loco lindo que sedujo a millones de ciudadanos presuntamente aptos para votar.

* Los antecedentes familiares. Existen suficientes testimonios, además de las propias declaraciones de Milei, respecto de cómo fueron los años de su infancia y adolescencia: padre golpeador – física y psicológicamente- madre ausente, víctitma de bullying en el colegio católico Cardenal Copello y años más tarde, desprecio paterno hacia sus capacidades intelectuales Estos tempranos maltratos suelen provocar reacciones que van desde el resentimiento más profundo, hasta la necesidad de hacer cosas que diferencien al sujeto de la mayoría de sus congéneres. Milei lo dijo en público: durante muchos años no vio ni habló con sus padres. Fue un huérfano… con sus padres vivos.

*El plagiario. Como lo demostró exhaustivamente la revista “Noticias” del 14 de mayo de 2022, Milei en sus libros y columnas de varios medios de prensa, incurrió en plagios del tipo “cortar y pegar” en más de diez ocasiones. Luego del incidente ocurrido durante la presentación de su libro “El camino del libertario” – que narra con lujo de detalles José Luis González al comienzo del capítulo titulado “El Rincón del Vago” (“El Loco”, pág. 139 y ss)- Milei alegó en su defensa que para un libertario la propiedad intelectual no existe” y en consecuencia tampoco los derechos de autor. Esta respuesta a las imputaciones formuladas en “Noticias” que dieron lugar a varios juicios por parte de los autores saqueados, revela una característica muy acentuada en las personalidades negatorias de la realidad: si la propiedad intelectual no existe, no hay plagio; si no hay plagio no hay delito y toda la cuestión se reduce a una maniobra política de los enemigos del candidato de La Libertade Avanza. Un rasgo paranoide a tener en cuenta cuando de analizar la actuación de Milei como supremo magistrado de la República se trate.

*El aspecto y el lenguaje. Cuando en un reportaje se le preguntó a Milei por qué lucía una melena tan desprolijamente despeinada, él contestó que no perdía tiempo en peinarse”. Según alguien publicó después, el actual Presidente había dicho en otra oportunidad que a él lo peinaba la mano invisible del mercado”. Los psicólogos saben bien que la construcción de la imagen de un personaje público, siempre es objeto de una cuidadosa deliberación. Los asesores de imagen y los maquilladores, sastres y modistos conforman una profesión que suele ser bien valorada por los que aspiran a ganar celebridad artística… o a ganar votos. Milei, en la tarea de forjar una apariencia como la de alguien que viene de afuera del sistema, no solamente hizo gala de una cabellera rebelde, sino que acompaño esa señal con el uso y abuso de un lenguaje soez que seguramente el lector ha escuchado frecuentemente. La casta trata de cuidar las palabras porque se puede quedar prisionero de ellas: el lenguaje políticamente correcto obliga al aspirante a ser votado a elegir no sólo el contenido del discurso sino también el tono de voz utilizado y el aparato gestual que se asocia a la oratoria. Milei, si bien ha tenido en cuenta estos aspectos de la presentación pública, lo ha hecho para reforzar su imagen del que viene de afuera y que, por lo tanto, debe demostrar que es distinto.

* La motosierra. Durante la campaña electoral Milei acuñó una imagen de sí mismo blandiendo una motosierra acompañanando la acción con expresiones faciales propias de un enajenado, queriendo, de esa manera, dar la impresión de un designio de aserrar a todo aquel que obstacularizara su carrera hacia la Casa Rosada. La intención del candidato era otra: la motosierra fue concebida como un instrumento de derribo de estructuras políticas, económicas y sociales opuestas al anarcocapitalismo, contexto ideológico en el cual la motosierra debería ejercer su rol destructivo. El simbolismo de la motosierra como herramienta de aniquilación de instituciones operadas por la casta, tenía además otro significado: la presentación de Milei como el autor de un Apocalipsis que después – y sólo después- de arrasar el suelo donde brotaron y crecieron las flores y los frutos del mal, aparecería en el horizonte la Tierra Prometida por Moisés y Aaron, o sea por Javier y Karina. Por otra parte la gestualidad del aserrador contribuyó a reforzar la imagen del loco porque ¿qué otro candidato a Presidente se hubiera atrevido o se atrevería a protagonizar tamaña desmesura? La idea que subyacía detrás del Hombre de la Motosierra era ¿a qué no osará Milei una vez investido por los votantes como autoridad suprema, si se ha arriesgado antes a desempeñar el rol de un demoledor imparable de todo lo malo que existe en la sociedad argentina? Cuando la motosierra se convierta en la Lapicera, sobre los escombros de la Argentina decadente se erigirá la Argentina Potencia, tantas veces anunciada y nunca aparecida. Esta es la más aproximada versión de cómo casi 15 millones de argentinos creyeron que el Hombre de la Motosierra era lo que necesitaban para dejar atrás las penurias infligidas por la casta.

*El perro “Conan”, muerto y clonado. Conan el Bárbaro” es un personaje de ficción creado en 1932 por un escritor norteamericano llamado Robert Howard. Durante 50 años, Conan estuvo presente en el público de los EEUU y también fuera de su país de origen, a través de relatos cortos, novelas y comics publicados por la revistaWeird Tales” hasta que en 1982 se estrenó el film “Conan el Bárbaro” protagonizado por el hasta entonces casi desconocido Arnold Schwarzenegger, proveniente de los ambientes fisio-culturistas de Calfornia. La biografía de Schwarzenegger es extrañamente parecida a la de Milei: el actor y luego gobernador de California, también era golpeado y maltratado psiquicamente por su padre, hasta el punto que cuando murió, Arnold se rehusó a participar en su funeral. Es más que probable que nuestro Presidente se identificara tanto con el personaje de Howard como con el actor que hizo de Conan una especie de héroe mundialmente conocido y aclamado. Cabe señalar que una segunda película titulada “Conan el Destructor” en la que Schwarzenegger reiteraba el carácter combativo y violento del bárbaro no tuvo, ni por asomo, el mismo éxito del film original. Ahora bien; sea que Milei admirase al personaje tanto como al actor o bien que se identificara con Schwarzenegger y ocultase su fascinación por el niño golpeado que alcanzó a ser un prohombre de la derecha en tiempos de Ronald Reagan o que lo principal haya sido el carácter de bárbaro del guerrero Conan, lo cierto es que el mastín inglés, según lo ha dicho y repetido el mismo Milei incontables veces, ha desempeñado en su vida un rol orientador y señero a través de la comunicación mediumnica con el animal fallecido en 2018.

En el proceso de construcción del loco lindo, lo referente al perro Conan tiene un significado simbólico muy importante. Cuando en 1982 se estrenó en la Argentina el film protagonizado por Schwarzenegger, Milei había cumplido los 12 años de edad. Seguramente, el niño resultó impactado por el futuro gobernador de California, que lucía una impresionante musculatura al servicio de la libertad de su pueblo – Aquilonia – combatiendo aguerridamente contra enemigos poderosos e implacables, eso sí: protegido siempre por la diosa Crom. La ulterior identificación de Milei con el mítico héroe de historieta y video juegos “Conan el Bárbaro” es lo que le determinó a bautizar a su mastín inglés de 85 cms. de altura y bastante más de 70 kilos de peso con el nombre de su admirado paladín. Sin embargo, nadie se ha detenido a evaluar la incidencia del carácter de bárbaro adjudicado por Howard a su más exitosa creación y, por eso mismo, cómo influyó la barbarie de Conan en la conciencia del amo del perro homónimo. Veamos: bárbaro es un término que, según el “Diccionario de Uso del Español” de María Moliner originariamente aplicaron los griegos y, particularmente, los romanos a los pueblos y cosas ajenos a su cultura. Después ha pasado a designar especialmente, a los pueblos germánicos que hostilizaban al Imperio y que acabaron por abatirlo en el siglo VI”. Fueron estos bárbaros los que saquearon la ciudad de Roma en el 387 a.c, en el 410 y en el 476 hasta provocar el colapso del Imperio Romano de Occidente, es decir, los que provenían de afuera de las murallas de la urbe, que hablaban una lengua que los romanos consideraron como balbuceos, los que contribuyeron decisivamente a acabar con el predominio de un imperio que durante siglos se creyó a sí mismo invencible. A partir de esta historia, el término bárbaro adquirió entre las naciones de origen latino el sentido de salvaje, fiero, cruel, rústico e ignorante. Asimismo, como una derivación de estos significados, en el habla cotidiana se suele decir hace un frío bárbaro” otorgando un sentido de demasía a la palabra que también se deriva a un sentido positivo como en la frase lo hemos pasado bárbaro” hasta que, en la Argentina, decir que Fulano es un tipo bárbaro” significa que es “macanudo”, “estupendo” “genial” etc.

Milei no pudo desatender el calificativo de “bárbaro” adjudicado por Howard a Conan. Si esto es así, cabe preguntarse si el Presidente consideró al bautizar a su mastín que su barbarie era un atributo positivo e inseparable del héroe mítico. Pensamos que sí lo era porque los bárbaros que dieron comienzo a la decadencia irreversible del Imperio Romano, venían del exterior oscuro y desconocido y colaboraron en la destrucción de un sistema corrupto y decadente tal y como lo describe Edward Gibbon en su célebre “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”.

Para Milei, el sistema político argentino es un remedo del Imperio que conoció tiempos gloriosos – en nuestro caso durante el auge de la estructura económica basada en las expotaciones de origen agropecuario- iniciándose, a partir de Hipólito Yrigoyen, un proceso irreversible de decadencia que él y Karina, los bárbaros del siglo XXI vienen a detener aniquilando a quienes se opongan a la revolución libertaria”.

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La inclusión del perro Conan, tal como lo relató Javier Milei antes, durante y después de la campaña electoral que culminó con su consagración como Presidente de la República, es muy probablemente, el elemento más destacado en todo el proceso de construcción del Loco. Esto es así porque alrededor de la leyenda que tiene al mastín inglés como protagonista, se generó un espacio simbólico en el que el factor religioso, místico, anagógico, se instala en franca competencia con la presunta racionalidad de lo políticamente correcto. Esta instalación requirió de un cuidadoso trabajo mediático. Basta imaginar la reacción de cualquier ciudadano común si alguien, sin preparación previa, le dijera de buenas a primeras que habla con su perro muerto y que éste le prescribe cómo conducirse en su vida cotidiana. En el caso de la relación de Milei con el perro Conan, los productores del exitoso apólogo debieron tener en cuenta, además por supuesto del status psíquico del candidato, los mitos ancestrales en los que animales de diversa especie desempeñaban un rol oracular. Sea que el animal representase a un dios añadiéndole al culto su propia fuerza, longevidad o cualquier otro atributo suprahumano, o que la bestia obrase como si tuviera el poder de predecir el futuro o presagiar, como en el vuelo de las aves de Tiresias los animales – dede el dios mono Hanumán, el Buey Apis y hasta el Escarabajo Pelotero y el coyote Tezcatiploca- fueron objeto de culto y adoración, estableciéndose entre ellos y los seres humanos relaciones frecuentes que ejercían una influencia real sobre la conducta de sus fieles creyentes. Sin olvidar el caso del pajarito que más de una vez se comunicó con Nicolás Maduro pata transmitirle los consejos y apoyos del fallecido Hugo Chávez.

Conan, de esta manera, debe considerarse como un antecedente de la sobreactuación de Milei como adscripto al noajismo, secta judía liderada en nuestro país por el rabino Ariel Groisman y a la cual pertenece el rabino Axel Wahnish, consejero y guía espiritual de nuestro Presidente.

Es evidente que los millones de votantes de Milei o desconocían todo lo relativo al perro Conan, o no le otorgaron mayor importancia o bien lo consideraron como un rasgo auténtico de espiritualidad. En cualquier caso, fue de gran ayuda para la elaboración del loco lindo, capaz de desafiar con la ayuda de “las Fuerzas del Cielo” a la casta dominante en un sistema decadente y corrupto.


La búsqueda de una explicación: ¿por qué millones de argentinos votaron a Milei?

La exaltación de Javier Milei a la presidencia de la República Argentina, es un hecho que no ha sido todavía suficientemente explicado. Constituye una anomalía que no registra antecedente alguno en nuestra historia como Nación. Sobre este aserto existe unanimidad de opiniones entre quienes son considerados expertos en el análisis teórico de la política. Pero esta coincidencia básica, no resuelve la cuestión de cómo ese domingo 13 de agosto de 2023, un tapado obtuvo el 29,86% de los votos emitidos, convirtiéndose, de la noche a la mañana, en un serio aspirante a sentar sus posaderas en el Sillón de Rivadavia. O a mudarse con sus perros a la Quinta Presidencial de Olivos.

En el curso de este trabajo, no obstante, hemos podido arribar a algunas conclusiones, a saber:

a) La candidatura exitosa de Milei, es el producto de un cuidadoso proceso de elaboración planeado y ejecutado por unos pocos factores de poder insertos en el polo hegemónico del sistema político argentino que contaron con el beneplácito y tal vez con el estímulo de elementos pertenecientes al sotto governo fortalecido -como nunca lo estuvo antes- durante los períodos en los que el kirchnerismo estuvo a cargo del gobierno de la República. En este proceso, los canales de TV fueron instrumentos decisivos a la hora de transformar a un desconocido en un producto mediático con llegada a un público masivo.

b) Este proceso no hubiese culminado con el holgado triunfo de Milei en el ballottage de noviembre, si los otros factores que componen el polo hegemónico del sistema de poder pero que no participaron directamente en la construcción de la candidatura del Hombre de la Motosierra, no estuviesen todavía lamiéndose las heridas que les produjo el fracaso del gobierno de Mauricio Macri que posibilitó el regreso del kirchnerismo a la conducción del Estado federal en diciembre de 2019.

c) El envoltorio ideológico con el que se presentó la candidatura de Milei, como se sabe, fue el anarcocapitalismo, una doctrina que en ningún país del mundo obtuvo un predicamento tal que le permitiese a sus seguidores desempeñar un rol electoral siquiera como minoría testimonial.

d) Después del resultado de la elección de primera vuelta del 22 de octubre, como lo señalamos en nuestro artículo al que titulamos Operación Milei: La explosión y los escombros” bajo el acápite Algo cambió camino al balotaje”el pacto Milei-Macri para promover el trasvasvasamiento de los votos obtenidos por Patricia Bullrich al candidato de LLA, produjo la inevitable postergación de los mileístas “puros” que como Ramiro Marra en la CABA habían constituído en las provincias el Partido Libertario en el que militaron los ultraliberales para quienes el macrismo era mala palabra.

e) Lo que permanece como una incógnita no resuelta es la motivación que impulsó a 7.362.244 ciudadanos a votar a Javier Milei en las PASO del 13 de agosto, cuando el amo de Conan todavía era exhibido por los medios de comunicación de masas como un libertario anti-casta dispuesto a acabar con un sistema condenado a una decadencia inexorable.

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El fenómeno Milei está siendo analizado por expertos universitarios, tanto en EEUU como en Europa. Si bien varias de esas investigaciones tienen por eje el tránsito del anarquismo capitalista al totocapitalismo – centrando el enfoque en la delegación a Luis Caputo de la suma del poder público en materia económica y financiera- se han generado algunas tesis que intentan aproximarse al núcleo original del proceso que llevó a Milei a la presidencia de la República. Los instrumentos metodológicos utilizados por estos investigadores no difieren de los tradicionales, propios de encuestas de opinión no sometidas a manipulaciones non sanctas.

Entre nosotros también se han hecho esfuerzos intelectuales en pro de comprender cuáles fueron las causas efectivas que obraron el milagro de la victoria electoral de Milei. Debe quedar en claro que la objetividad y la imparcialidad de los análisis vernáculos no están garantizadas pues, de una u otra manera, los expertos que han publicado sus conclusiones, difícilmente no posean vínculos políticos o económicos con los intereses que conforman el polo hegemónico del sistema de poder vigente en la Argentina. Parece, no obstante, de interés enunciar algunas de las más difundidas explicaciones de los motivos que tuvieron una gravitación decisiva en la emisión del voto por Javier Milei. Veamos:

1) El voto esperanza y el voto bronca.

Como se sabe la Esperanza es una de las tres virtudes teologales junto con la Fe y la Caridad. Para la teología cristiana significa la creencia en que la Providencia Divina proverá al creyente de los medios necesarios para que alcance la salvación y la vida eterna. En suma: es, en lo que hace a su extensión por fuera de su significado religioso, una concepción optimista del futuro; la idea de que los males que están presentes en la existencia del individuo y la sociedad y que suelen provocar crisis profundas en el espíritu de los seres humanos, serán, en definitiva, oportunidades para que se abran posibilidades favorables a la superación de situaciones que se consideran como esencialmente negativas.

Para que la esperanza pueda ser apreciada como un elemento constitutivo del voto a Milei, se deben dar necesariamente dos circunstancias bien diferenciadas: una, la evaluación como deplorable de la situación general en la que la elección tiene lugar y dos, la confianza en que existe un mundo mejor al que el líder (Milei) nos puede conducir. La valoración negativa de la realidad presente, puede originarse en un conocimiento de los factores que, objetivamente considerados, han provocado la mala situación presente o bien de una expresión subjetiva del votante consistente en extrapolar las propias vivencias causantes de insatisfacción y malestar a la sociedad en la que se malvive.

Por otra parte, el voto esperanzado exigiría a cada ciudadano un conocimiento de cómo debería ser ese mundo mejor al que aspira ser conducido. Esa función era cumplida por las ideologías con el riesgo, siempre presente, de derivar en un pensamiento utópico. Una vez que las ideologías abandonaron su rol político-electoral para recluirse como objetos de debates puramente académicos, esa tierra prometida y el conductor que guiaría a las masas hacia ella, pasaron a formar parte de un relato dominante en el espacio mediático de la praxis política. En otras palabras: el voto esperanza tal como se manifestó en el proceso electoral que acabamos de transcurrir contuvo en su expresión masiva, una dosis demasiado alta de pensamiento mágico, tema sobre el cual trataremos más adelante.

En cuanto al voto bronca, puede considerarse como el reverso del voto esperanzado. El votante embroncado tiene en cuenta principalmente el enojo, la irritación que le genera en el ánimo la situación en la que vive. No aspira a ser conducido a un mundo mejor en cuya existencia no cree ni confía, sino en contribuir con la papeleta que el sistema pone en sus manos para que la deposite en la urna, a destruir el sistema que le ha condenado a consumir su vida en una lucha diaria y permanente para subsistir a duras penas y a obligarle a abandonar toda expectativa de progreso personal. En este snetido, el voto bronca es un sucedáneo de la protesta violenta o de la abstención electoral.

Ahora bien; subsiste la incógnita acerca de por qué los esperanzados y los iracundos han elegido a Javier Milei. Se puede aceptar que los más descontentos hayan sido cautivados por la prédica anti-casta del libertario y que la motosierra les haya parecido un símbolo adecuado a las promesas de campaña de acabar con el sistema. A lo sumo, a los irritados se les podría achacar el haber votado irreflexivamente a la vista de los acuerdos previos al ballottage con Mauricio Macri y de la investidura de Toto Caputo como superministro de economía y finanzas. Pero ¿y los esperanzados? ¿Qué datos de la realidad les inclinaron a creer no solamente en la existencia de un mundo mejor sino que Milei era el Moisés que podía conducirlos hasta llegar a la tierra prometida? No se nos ocurre otra respuesta que las esperanzas puestas en Milei sólo respondían al carácter de outsider del actual Presidente. Provenir de las afueras del sistema, admite una analogía con la llegada del Salvador Jesucristo, nacido en un pesebre y pobre de solemnidad. El mesianismo – tal como puede aplicarse a la conducta de los esperanzados- exige que el que viene a salvarnos sea lo más ajeno posible a los sostenedores del sistema. Y Sergio Massa, en este sentido, parecía el más firme conservador del sistema establecido.

2) El voto de los jóvenes.

Se ha difundido un dato que no fue controvertido hasta ahora: el 70% de los votantes de menos de 24 años de edad votaron a Milei en las tres oportunidades en que fueron convocados a las urnas. Si se acepta que la cantidad de individuos que tienen entre 16 y 24 años de edad es de aproximadamente 9 millones, el 70% de éstos presuntos votantes de Milei alvanza a los 6.300.000. Lo cual parece exagerado siendo que los votos propios de Milei en las PASO no alcanzaron a los 7.500.000. Es decir, que si el porcentaje del 70% fuese real, tendríamos que sólo 1.200.000 ciudadanos adultos optaron por Milei. No obstante, está claro que el voto joven fue decisivo para abrir las puertas a la candidatura de Milei como principal adversario del continuismo massista.

A partir de esta realidad electoral y de la presencia tumultuosa de jóvenes allí donde Milei llevó a cabo una campaña presencial, ninguno de nuestros expertos colegas ha puesto en duda que el voto joven favoreció masivamente al candidato libertario.

Esta unanimidad de opiniones impidió plantear una pregunta obvia: la de por qué los jóvenes habrían optado tan masivamente por Milei. Al respecto es preciso tener en cuenta que los nacidos a principios del siglo XXI no conocieron otros gobernantes que no fueran los Kirchner – cuando Néstor falleció no tenían más de 10 años de edad- y Mauricio Macri. Fueron convencidos por los mass media que la política argentina se podía explicar por la soberana estupidez de la grieta que oponía frontal y decisivamente a Cristina con Mauricio. La intensa prédica demoledora del prestigio de CFK, se sobrepuso al fracaso del macrismo de manera tal que Milei, un ultraliberal que fue presentado como el que venía a acabar con el gradualismo de JxC, pudo ser exhibido como un candidato que aplicaría, si fuese elegido, la doctrina del shock es decir, como el que acabaría en pocos meses con la inflación, el déficit fiscal y la brecha cambiaria.

La juventud mileísta carecía de los conocimientos históricos que le hubiesen permitido evaluar más ponderadamente las promesas explícitas de Milei y también evitar investirlo de virtudes que ya está claro no posee. Es por esta razón que la cuestión del voto juvenil se conecta con la mala calidad del sistema educativo argentino, sobre todo en el nivel secundario. Unos jóvenes que sufrieron en carne propia el efecto de la dinámica social descendente que atrapó a las familias de la clase media-media y media baja más los que son hijos del 5% de familias de clase alta, explican una parte sustancial del voto pro Milei. En cuanto a los que crecieron en villas miseria, con padres desocupados y “planeros” y que también votaron a Milei, la cuestión es más compleja pero puede resumirse así: ¿por qué votaría yo por quienes son los responsables de la pobreza y la marginalidad de mis padres? Tal vez este tipo que apareció de pronto y que no tiene que ver con el sistema, haga que mi pésima situación social y la de mis familiares cambie. Peor no puede ser.


3) Las ideas de Milei.

Aun cuando son una minoría, algunos analistas vernáculos sostienen que una parte no despreciable de votantes de Milei en agosto y en octubre, tuvo en cuenta sus propuestas programáticas, sobre todo en materia económica. Hubo quienes lo votaron confundiendo la dolarización prometida por Milei equivalía al “uno a uno” de Menem y Cavallo. Otros creyeron que la prometida eliminación del déficit fiscal, afectaría a los planeros y que la eliminación de subsidios al transporte y a los servicios públicos no implicaría un aumento de boletos y tarifas sino una reducción del margen de ganancia de las empresas prestadoras.

El resultado de octubre, cuando Milei aventajó a la Bullrich por 1.700.000 votos se explica por el desencanto con la gestión presidencial de Macri que ganó los ánimos de las clases medias. Los mass media habían predicado aun antes de iniciado el proceso electoral, que el fracaso del PRO y sus aliados se debió al gradualismo con el cual se intentó cambiar el statu quo vigente a partir de las políticas ejecutadas por los tres gobiernos kirchneristas entre 2003 y 2015. Es probable que una parte significativa de las clases medias coincidieran con este enfoque y, en consecuencia, apreciaran positivamente las propuestas de Milei que, lejos de coincidir con el gradualismo, parecían anunciar una política de shock conforme con la cual en pocos meses se produciría una efectiva disminución del gasto público “improductivo”, la desregulación total del mercado y la privatización de las empresas públicas, deficitarias o no.

Parece correcto suponer que además del juicio crítico sobre la gestión de “Cambiemos”, muchos medioclasistas le dieron la razón al destacado sociólogo Manuel Mora y Araujo, autor del libro que tituló “La Argentina bipolar. Los vaivenes de la opinión pública (1983-2011)”. En este agudo análisis de los cambios de las preferencias electorales de nuestros conciudadanos, Mora y Araujo intenta explicar por qué los votantes pasaron de aprobar masivamente la política market friendly ejecutada por los gobiernos de Carlos Menem durante diez años – el noventismo- a volcar sus preferencias por la doctrina del Estado presente o sea el sostenimiento del intervencionismo estatal en vastas áreas de la economía real y las finanzas con la consiguiente ampliación de los subsidios a las más diversas actividades más la perpetuación de los planes sociales que, según la mayor parte de los sociólogos, acabó por generar una nueva clase social. La transformación del voto noventista en el voto kirchnerista, ha permitido designar a la Argentina como el país de las oscilaciones intensas”.

Conforme con estos antecedentes, Milei ha inaugurado un polo ideológico ultraliberal que debería preceder a un nuevo período de predominio del intervencionismo estatal. Para que esto suceda deberá establecerse una dura confrontación entre los intereses benificiados por la desregulación puesta en marcha por el actual gobierno y los perjudicados por el abandono estatal de espacios de la sociedad donde su presencia era la condición necesaria para la gobernabilidad de la República.

Las ideas de Milei que no se relacionan directamente con lo económico, pueden ser catalogadas como antiprogresistas y conservadoras. Contribuye a sostener estos calificativos su sociedad con Victoria Villarruel, claramente vinculada a sectores de la sociedad e instituciones en nada compatibles con la defensa de la ideología de género y el feminismo en la versión dominante en el kirchnerismo a través del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad cuyas conductoras bajo el gobierno de Alberto Fernández fueron Elizabeth Gómez Alcorta y Ayelén Mazzina.

Finalmente, se ha incluído entre los votantes de Milei a sectores de la clase media que, aun vislumbrando que la política de shock a la que antes se hizo referencia no iba a favorecer a sus intereses personales, eligieron al libertario haciendo gala de una actitud cuasi heróica que puede sintetizarse así: yo no voto con el bolsillo”.En estos casos, los psicólogos sociales se inclinan a pensar que estos ciudadanos están dispuestos a arriesgar su seguridad económica en pro de reforzar su auto imagen identitaria y, como consecuencia, aumentar el prestigio que en su círculo social más próximo, cree que obtendría al votar por motivos ajenos a sus ingresos dinerarios.


Las explicaciones foráneas.

Científicos sociales pertenecientes a unas pocas universidades e institutos de investigación del extranjero, se han ocupado del fenómeno Milei, tratando de encontrar vinculaciones conceptuales con teorías probadas como correctas en casos análogos. En esta oportunidad, sólo trataremos tres de dichos intentos de encontrar un espacio teórico en el que sea posible analizar el caso Milei que, en general, es considerado por los estudiosos de la política como una anomalía aun cuando se reconozca que la Argentina antes de Milei ya era un tema

difícil de encuadrar metodológicamente dentro del marco dado por la racionalidad del capitalismo democrático.

I. El carisma weberiano.

Era indefectible que se intentara encuadrar el proceso de elaboración de la candidatura presidencial de Milei aplicando lo expresado por Max Weber al tratar de explicar el liderazgo carismático. Nos encontramos, entonces, ante la cuestión de averiguar si es el carisma personal de Milei lo que ha permitido su encumbramiento a partir de los rasgos peculiares de su personalidad y de su carácter.

El Diccionario de la RAE adjudica al concepto de carisma dos significados: 1) Especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar, 2) Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad. El vocablo registra una evolución un tanto curiosa: originariamente en Grecia era un verbo que significaba decir o hacer algo agradable gratuitamente – lo que es dado como un regalo y de aquí, ya en la Edad Media europea, pasó al lenguaje “técnico” de la religión con el sentido de don divino que recoge la segunda acepción de la RAE.

No conocemos antecedentes de un uso socio-político del término hasta que Max Weber introdujo el concepto en el tratamiento de los tipos de legitimación de la autoridad que él concibe como históricamente probados: legalidad, tradición y carisma. Aplicados estos tipos a los gobiernos constituídos, Weber dista de considerar que uno de ellos excluya al otro. Una autoridad puede haber alcanzado el mando legalmente, respetando las normas vigentes para acceder al poder pero, a la vez, adquirir la posibilidad de hacerlo, por medio del carisma del candidato cuando se trata de una elección democrática. La relación entre legalidad y carisma se ha dado entre nosotros en el caso del peronismo, siendo que la capacidad de fascinar” de Juan Domingo Perón opera en la producción del 17 de Octubre de 1945 lo cual le permite participar en la elección del 24 de febrero de 1946 que lo convirtió en Presidente de la República.

Quienes procuran incluir a Javier Milei entre los líderes que deben la legitimación de su autoridad a su carisma personal, se refieren no a lo que haga como gobernante, sino a cómo se construyó el liderazgo que permitió su acceso al mando político. De ahí que el enfoque se centre en lo que se ha exhibido de su personalidad antes y durante el período en el que Milei apareció ante la opinión pública como un aspirante a ingresar por medio del voto de los ciudadanos – legitimidad legal- al gobierno de la República.

Para arribar a una conclusión favorable a la concepción de Milei como líder carismático han debido, a nuestro juicio, forzar hasta límites inaceptables, la posibilidad de coexistencia entre la utilización del lenguaje procaz utilizado por el candidato, su transfiguración facial cuando aparecía blandiendo la motosierra y el misticismo hiper actuado como devoto noajista de la Cábala y la Torá, sin olvidar la supersticiosa relación con Conan, el mastín inglés muerto allá por 2018.

A nuestro entender, Milei careció por completo del carisma weberiano. Su manera de hablar cuando se encontraba ante un contradictor más o menos preparado aun cuando se tratase de temas económicos propios de su profesión, fluctuaba entre lo terminante y grosero hasta la vacilación y el devaneo. La motosierra en sus manos no puede ser considerada sino como un arma, un instrumento de destrucción. Las promesas de un futuro venturoso para la población, eran vagas, imprecisas y temporalmente distantes como en el caso de la dolarización. Todos estos elementos evaluados, impiden a los estudiosos del fenómeno Milei incluirlo razonablemente entre los amparados por la legitimidad carismática.


II. Mesianismo.

Una variante del liderazgo carismático weberiano, es el mesianismo cuyas connotaciones religiosas son aun más evidentes que en el caso del carisma. La fórmula con la que se manifiesta el Mesías, se encuentra en Mateo 5-43-48: Oísteis que fue dicho...pero yo os digo”. Jesucristo es el Mesías que viene a romper con las tradiciones del pueblo judío y a reemplazarlas por nunca oídos preceptos como en el caso de la Ley del Talión. El Diccionario de la RAE, en la segunda acepción, nos aproxima al uso político del término: Confianza inmotivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera”

En el paso a la política del mesianismo, la oralidad de las tradiciones deja su lugar a lo escrito de manera tal que la fórmula mesiánica pasa a ser Está escrito...pero yo os digo” que en las democracias constitucionales significa La Constitución dice…” no obstante lo cual el líder mesiánico insta al pueblo a dejarla de lado cuando determinadas circunstancias así lo requieran.

Para el funcionamiento del mesianismo como fuerza política digna de la atención de la ciudadanía se deben cumplir dos condiciones: la aparición de un personaje capaz de representar el papel mesiánico y unas circunstancias tales que posibiliten que las promesas mesiánicas sean recibidas con beneplácito por una opinión pública convencida de que cualquier cambio que signifique la instauración de un nuevo orden, será mejor que la continuidad del sistema vigente.

De esta manera, la tendencia al mejorismo, el cambio como imperativo categórico, predispone a los ciudadanos a alentar expectativas concretas acerca de la aparición del Mesías. En cierta manera, el mesianismo aligera la necesidad del carisma en la personalidad del líder porque la actitud esperanzada en la venida del Mesías, genera un ámbito menos racional que afectivo que redunda en beneficio de quien se presenta con un mensaje explícito acerca de su propia capacidad para remover los obstáculos que lo escrito opone al nuevo orden en el que se satisfarían todas las necesidades desatendidas hasta el presente.

En el caso de Javier Milei – el Mesías que las multitudes esperaban- para su éxito político estaban dadas las circunstancias requeridas para que su irrupción en el proceso electoral fuese posible y hasta no demasiado dificultosa. Pero la aptitud de Milei para desempeñar el papel de un Mesías, presentaba las mismas objeciones que señalamos en el caso del liderazgo carismático. De esta manera, quedó planteada una incógnita: ¿qué elemento terminaría por imponerse en el proceso electoral que culminaría con el éxito del Hombre de la Motosierra? ¿La repugnancia de la mayoría de los votantes a lo que estaban viviendo – incluída la clausura de toda expectativa de mejoría- o las carencias del candidato en orden a hacer creíbles sus promesas de cambio progresivo y general?

Milei provenía, como ya se dijo antes, del subsuelo de la política. Así como Jesucristo había nacido en un pesebre, pobre y ajeno a la casta sacerdotal judía, Milei era todo menos un político profesional: arquero de Chacarita, bufón teatral, melena desafiante, víctima de violencias paternas, portador de buenas nuevas como la inminente dolarización y el final de la inflación… El rol de los doce discípulos fue satisfecho hasta en exceso por los mass media.

De esta manera, aun con el déficit de carisma de Milei, la aceptación del pero yo os digo…” tantas veces repetido en el curso de la campaña electoral, fue amplia y entusiasta. Enfrente estaba, no lo olvidemos, Sergio Massa un castizo que además no supo o no pudo separar su candidatura del kirchnerismo con lo que fue fácil hacerlo aparecer como un obstáculo que había que remover para que el Mesías pudiese, DNU mediante, derogar de un plumazo lo que estaba escrito”.


III. Pensamiento mágico.

La explicación académica del éxito electoral de Milei mediante la utilización del concpeto de pensamiento mágico no sólo se aparta de las características propias del candidato, sino que es la más crítica en relación a los motivos que tuvieron los votantes para elegirlo Presidente de la República. El pensamiento mágico como sustituto de la racionalidad política es tal vez la más acertada aproximación a lo sucedido al cabo del proceso electoral recientemente concluído.

¿Qué debemos entender por pensamiento mágico? Se trata, según los antropólogos, psicólogos sociales y exégetas de textos religiosos, de un mecanismo para relacionarse con la realidad en la que el sujeto vive mediante el cual los hechos que se perciben por los sentidos no obedecen a causas verificables empíricamente, sino a agentes dotados del poder suficiente como para modificar dicha realidad cuya identificación es imprescindible para reverenciarlos y, de esta manera, obtener sus favores, tanto materiales como espirituales. La supersticiónque abarca también las consecuencias negativas para el sujeto del disfavor de dichos agentes- es la consecuencia inevitable del pensamiento mágico. Cuando éste se ordena a través de cánones dictados por una autoridad religiosa, el pensamiento mágico se convierte en una creencia confesional lo que da lugar a la función eclesiástica por la cual el culto a los dioses que dan forma y contenido a la realidad percibida, se formaliza institucionalmente.

Aplicados estos conceptos al caso Milei, los expertos coinciden en adjudicar a sus votantes una vasta proporción de pensamiento mágico entre los motivos que los impulsaron a elegirlo. En la medida en que el pensamiento mágico fue el modo en el que millones de argentinos se relacionaban con la realidad en la que vivían, trabajaban y formaban familias, la irrupción de un candidato ajeno a la clase política profesional no les requería una opinión racional respecto de los atributos del personaje para ser elegido. Si se considera que la relación causa-efecto no exige un nexo empírico, tampoco el aparente desequilibrio conductual del candidato es un motivo para descartarlo. De esta manera, ha primado en las motivaciones del 30% que votó a Milei en las PASO el malestar y la insatisfacción que, razonablemente, eran el producto del sistema vigente, objeto de abominación por el Mesías enviado por “las fuerzas del cielo” para rescatarlos de una situación deplorable de la cual Sergio Massa era el causante principal.

Los que sostienen la fuerte incidencia del pensamiento mágico en el proceso electoral que culminó con el triunfo de Milei, coinciden en que este tipo de acceso a la realidad del mundo exterior implica dejar de lado el pensamiento lógico, algo bien comprobado en sociedades primitivas y en los niños. Primitivismo e infantilismo serían, según estos expertos, las dos notas salientes en las conciencias de “los que se sienten más cerca de la magia que de la ciencia”. En este sentido, cabe concluir que lo primero que salta a la vista cuando se analiza el archivo sapiencial de estos individuos, es el notorio predominio de las creencias sobre los conocimientos. Otra vez, como en el caso del mesianismo, el factor educativo aparece como determinante de las conductas de los cultores del pensamiento mágico.

Lo que se desprende de esta evaluación del pensamiento mágico presente en las instancias electorales antes enunciadas, es un juicio nada alentador sobre la cultura general vigente en la sociedad argentina. Así como el pensamiento racional y lógico exige del sujeto un esfuerzo mental considerable, el predominio de las creencias que contienen una alta proporción de magia, obedece a una clara aplicación de la ley del menor esfuerzo. En tanto que los resultados de las conductas guiadas por el pensamiento mágico no devenguen perjuicios materiales para sus cultores, la postergación de la racionalidad no será revertida y, en el espacio político, será de más en más improbable que cada ciudadano vote conforme sea la identificación lógica de sus propios intereses.


Conclusiones provisorias.

Este ensayo de explicación del batacazo mileísta se terminó de redactar cuando apenas pasaron doce días desde el juramento de Milei como Presidente de la República. Si bien el DNU dictado el miércoles 20 de diciembre a la medianoche (N.º 70/23) aun no ha producido los resultados buscados por el Presidente y sus ministros y que, además, existen dudas razonables sobre su futura vigencia real y efectiva, es cierto que ha generado en la opinión pública un efecto de demostración lo suficientemente extenso como para suponer que este DNU señala con claridad el rumbo que ha de seguir el Gobierno en materia económica y social.

Algunos compañeros me han advertido sobre el peligro de continuar centrando los análisis políticos del actual Gobierno en la persona de Javier Milei. Piensan que el claro empoderamiento de Luis Caputo, revela que el Hombre de la Motosierra ya ha cumplido en exceso con la tarea que se le encomendó y que al día de hoy es necesario poner toda la atención posible en lo que haga o pretenda hacer “el Messi de las finanzas”. Comparto esta observación: creo que los factores de poder que integran el polo hegemónico del sistema establecido, han puesto sus expectativas de grandes negocios tanto en materia financiera como en lo que hace a las inversiones en combustibles fósiles y minería, en que Caputo logre convencer a sus socios y clientes del extranjero de que Milei puede alcanzar la gobernabilidad necesaria para que esos grandes negocios sean factibles y aseguren la alta rentabilidad prometida. Que el rol del “Toto” es protagónico lo demuestra el pase al Ministerio de Economía de las Secretarías de Energía y Minería que, en el plan original, iban a funcionar en el ínclito Ministerio de Infraestructura a cargo de Guillermo Ferraro, cuyos antecedentes como director de KPMG -una empresa multinacional que ofrece asesoramiento legal en materia fiscal y de auditoría -no le proveían de los títulos necesarios para encarar las negociaciones con los fondos de inversión, ávidos de participar eminentemente en la explotación de nuestros recursos energéticos y mineros.

Todo esto fue tenido en cuenta cuando creí de suma importancia analizar los por qué y el cómo Milei pudo alcanzar la Presidencia de la República. Si bien aun falta conocer el destino final de este formidable intento de someter a la sociedad a un proceso de regresión en materia económica, social y política, tratar de entender la compleja trama que hubo de urdirse para el éxito de la aventura electoral que culminó el pasado 19 de Noviembre, sigo pensando que es una tarea imprescindible si pretendemos cumplir con el imperativo moral e intelectual de saber lo que pasa.


Carlos P. Mastrorilli.